[h1]Una hija es una hija[/h1]
Ann Prentice, erguida en el andén de la estación Victoria, agitaba la mano a modo de saludo.
El tren que iba hacia el transbordador se alejó en medio de fuertes sacudidas, la cabeza morena de Sarah desapareció y Ann Prentice volvióse, caminando despacio por el andén hacia la salida.
Experimentaba esa extraña mezcla de sensaciones que ocasiona la marcha de un ser querido.
Querida Sarah... cuánto iba a echarla de menos... Claro que no serían más que cuatro semanas... Pero el piso iba a parecer tan vacío... Ella y Edith solas, dos aburridas mujeres de mediana edad...
Sarah era tan inquieta, tan llena de vitalidad, tan segura de todo... Y sin embargo, no era más que una chiquilla muy querida de cabello oscuro...
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